Lic. Robin Rojas Duno
Consultor Senior de Adiestramiento
Es indudable e irrefutable que vivimos en la era de la virtualidad, en donde lo fáctico se disipa cada vez más confundiéndose con lo que siempre parece estar y a su vez no es. El paradigma de la virtualidad en esta época, donde los sistemas de información artificiales habitan en comunidad con la mente humana y se confunden entornos, convergen hasta llegar hasta nuevas concepciones de la realidad.
De igual forma, palabras como “cyber”, multimedia, internet, digital, autopista de la información, realidad virtual entre otras se han convertido en parte de la cotidianidad y se han integrado cómodamente en nuestro vocabulario.
Siguiendo lo anterior, esa virtualidad de la cual nos referimos a diario es uno de los “constructos” (entendiéndose esto cómo contrario a la rigidez del termino “concepto”), más interesantes y que han abordado con mayor detenimiento excelsos pensadores del mundo de la tecnología y los sistemas de información.
Desde esa perspectiva, eminentes pensadores como Pierre Lévy, sociólogo y Filosofo tunesino, se refirieren a la virtualidad, desde el punto de vista de la tecnología, como ese espacio de convivencia mediatizado por las maquinas donde se desarrolla la inteligencia colectiva, entendiéndose esta como el desarrollo de saberes colaborativos que aumenta y se potencia nutriéndose de la participación de todos haciendo un todo, donde comunidades se agrupan para describir contenido y permitir a otros acceder a éste. Así no solamente todo el mundo se convierte en autor sino también en prescriptor, organizador de la memoria colectiva, documentalista, crítico. En suma todo el mundo se vuelve mediador. Para un nuevo modo de producción y acceso al conocimiento es necesario un nuevo modo de mediación.
Este sociólogo nacido en Túnez, se enfoca en la virtualidad desde una perspectiva eminentemente social, y enlaza lo tecnológico que representa lo virtual con ese importante aspecto considerando de esta forma provechoso que el uso de internet es una vía para desarrollar la inteligencia colectiva que no es exclusivo de un grupo social en particular.
De esta forma, para las empresas o la administración pública el objetivo es crear un mejor valor. Ofrecer un servicio de manera más eficaz al cliente o al ciudadano. Las ONG, las asociaciones y las redes sociales se organizan mejor gracias a esas nuevas herramientas, observándose que cada quien utiliza internet de una forma diferente.
Piensa además que, de una manera optimista, la convivencia en la virtualidad contribuirá a que se podrán hacer las cosas de manera un poco más sensata, sopesando la diversidad y la complejidad.
Por otra parte, la virtualidad para el sociólogo español Manuel Castells, una referencia obligada en el campo de estudio de la sociedad de la información, viene a ser un paradigma signado por la distinción que realiza entre las nociones “sociedad de la información” y la “sociedad informacional”. Entendiendo que el primero destaca el papel de esta última en la sociedad. Para este sociólogo, la información es comunicación del conocimiento, que contrasta con el termino “informacional” que indica el atributo de una forma especifica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de información que se convierte en la fuente fundamental de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas de este periodo histórico. Para Castells, se intuye, la virtualidad son los modos de desarrollo tecnológico y los dispositivos mediante los cuales el trabajo actúa sobre la materia para generar producto.
Por otra parte, la virtualidad para el sociólogo español Manuel Castells, una referencia obligada en el campo de estudio de la sociedad de la información, viene a ser un paradigma signado por la distinción que realiza entre las nociones “sociedad de la información” y la “sociedad informacional”. Entendiendo que el primero destaca el papel de esta última en la sociedad. Para este sociólogo, la información es comunicación del conocimiento, que contrasta con el termino “informacional” que indica el atributo de una forma especifica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de información que se convierte en la fuente fundamental de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas de este periodo histórico. Para Castells, se intuye, la virtualidad son los modos de desarrollo tecnológico y los dispositivos mediante los cuales el trabajo actúa sobre la materia para generar producto.
En el nuevo modo de desarrollo informacional, la fuente de la productividad estriba en la tecnología del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos. El conocimiento y la información son decisivos en todo proceso de desarrollo. Es por ello que Castells denomina informacional a este nuevo modo de desarrollo constituido por el paradigma tecnológico basado en la tecnología de la información. Según el autor, cada proceso de desarrollo posee un principio de actuación estructural, a cuyo alrededor se organizan otros procesos: el industrialismo se oriente hacia el crecimiento económico mientras que el informacionalismo se orienta hacia el desarrollo tecnológico, es decir, hacia la acumulación del conocimiento y hacia el grados de complejidad mayor en el procesamiento de la información.
Otro enfoque interesante es el propuesto por el también sociólogo y filosofo español Javier Echeverría, quien postula que existen tres entornos claramente diferenciados: un entorno natural, donde la intervención del hombre en su modificación es nula, un entorno artificial creado por el hombre para satisfacer necesidades u deseos y un tercer entorno formado por todos aquellos elementos y relaciones que ocurren en el mundo virtual.
Por otra parte también presenta una concepción post modernista de la virtualidad que abarca los aspectos sociológicos de la misma y los resume bajo un nuevo tipo de geografía virtual llamada Telépolis. Para este autor la virtualidad es un espacio donde se genera una nueva forma de organización social en una nueva ciudad que denomina Telépolis, que convierte los ámbitos privados en públicos y puede transformar el ocio en trabajo y el consumo en producción. Los medios de comunicación, constituyen parte de la infraestructura de Telépolis"
Echeverría se adentra geográficamente en la virtualidad, y postula con profundidad que las regiones y los países son simples manzanas y barrios de Telépolis y en este sentido, analiza los lugares que en la antigua Grecia tenían tanta importancia como eran las plazas (ágora, espacio público por excelencia, que hoy viene representado, según el autor, en el espacio televisivo. La vida a distancia es una de las características de los buenos telepolistas), los barrios (la ciudad se extiende a partir de conurbaciones infinitas sólo quebrantadas por elementos geofísicos ampliamente superados por las nuevas tecnologías, dando lugar a que la Tierra sea una gran ciudad), las calles (lugar donde antes se formaba una opinión pública, pasan en la actualidad a desempeñar esa función los medios que configuran una percepción interesada de la realidad), los mercados (que actualmente son empresas industriales de centros de producción, administración y distribución repartidos por doquier), los cementerios (la explotación comercial de lo que el autor denomina "el cadáver de la Naturaleza" es un importante sector económico de Telépolis), y, sobre todo, las casas (o mejor dicho, las telecasas que suponen, según Echeverría, una nueva civilización. Un ejemplo de la nueva ciudad que con sus infraestructuras electrónicas ha provocado cambios en la vida doméstica. La realidad del telepolitano (ciudadano de Telépolis) puede llegar a ser, en ocasiones, contradictoria porque con las nuevas redes de información "Lo más distante forma parte de lo más íntimo".
Esta concepción desarrollada por Echeverría, presenta una perspectiva geográfica desterritorializada de la realidad, que no se lleva a cabo en un espacio real, sino más bien en un espacio virtual, como podrían ser los chats electrónicos, introducidos por las nuevas tecnologías de la información. Estas, han revolucionado todo el sistema de comunicación, y han creado la distancia informativa y nuevas formas de entender la vida en este mundo.
Por otra parte para Nicholas Negroponte, experto “gurú” estadounidense de la sociedad de la información, fundador y director del Media Lab, institución adscrita al Massachusetts Institute of Tecnology MIT, la virtualidad viene a ser un mundo conformado, al igual que el mundo que ya conocemos, por unidades básicas que van a determinar su estructura y sus relaciones.
Negroponte se refiere a la virtualidad desde una comparación, en donde destaca que el llamado mundo real, donde nos desempeñamos habitualmente antes de la influencia definitiva de la tecnología y los sistemas de infornacón y comunicación, está conformada por átomos y el mundo virtual, aquel donde todo tipo de actividades se realizan tanto de forma asincrona como sincrona, por unidades básicas de generación de realidad llamadas bits.
Para este autor, el mundo ha definitivamente cambiado, por tanto, ya no es una textura de átomos sino de bits, siendo esto solo un punto de partida de una revolución digital cuyo alcance tan solo estamos empezando a atisbar.
También destaca que la virtualidad esta signada por una nueva forma de ser, el digital; que se desempeña con comodidad dentro de un espacio de convivencia virtual, sin fronteras, realizando todo tipo de actividades que van desde transacciones financieras pasando por compras de productos, pagos de servicios hasta la participación en procesos de aprendizaje mediados por las tecnologías de la información y la comunicación. El mundo del futuro -el futuro ya no es lo que era- será digital o no será. Negroponte postula que ser digital es cambiar la materia por la energía, el átomo por el bit, y esto implica un cambio de paradigma de consecuencias insospechadas. Una gran parte de los elementos que hoy nos rodean son susceptibles de ser digitalizados, esto implica un cambio de mentalidad para poder aprovechar lo que la tecnología ya está poniendo a nuestra disposición.
De igual forma el autor se plantea preguntas como: ¿Por qué me empeño en ir a comprar el periódico cada mañana si puedo recibir una información mucho más completa directamente en la pantalla de mi ordenador?. ¿Por qué compro cien páginas de papel que alguien ha de fabricar, componer, imprimir, transportar y repartir cuando puedo recibir diariamente en mi correo sólo aquello que me interesa?. Para Negroponte estos elementos, que supone existen dentro de la virtualidad, han cambiado y seguirán transformando al mundo donde, desde ya, existe otro, no se sabe cuál dentro de cuál: el mundo digital.
Otro enfoque interesante es el propuesto por el también sociólogo y filosofo español Javier Echeverría, quien postula que existen tres entornos claramente diferenciados: un entorno natural, donde la intervención del hombre en su modificación es nula, un entorno artificial creado por el hombre para satisfacer necesidades u deseos y un tercer entorno formado por todos aquellos elementos y relaciones que ocurren en el mundo virtual.
Por otra parte también presenta una concepción post modernista de la virtualidad que abarca los aspectos sociológicos de la misma y los resume bajo un nuevo tipo de geografía virtual llamada Telépolis. Para este autor la virtualidad es un espacio donde se genera una nueva forma de organización social en una nueva ciudad que denomina Telépolis, que convierte los ámbitos privados en públicos y puede transformar el ocio en trabajo y el consumo en producción. Los medios de comunicación, constituyen parte de la infraestructura de Telépolis"
Echeverría se adentra geográficamente en la virtualidad, y postula con profundidad que las regiones y los países son simples manzanas y barrios de Telépolis y en este sentido, analiza los lugares que en la antigua Grecia tenían tanta importancia como eran las plazas (ágora, espacio público por excelencia, que hoy viene representado, según el autor, en el espacio televisivo. La vida a distancia es una de las características de los buenos telepolistas), los barrios (la ciudad se extiende a partir de conurbaciones infinitas sólo quebrantadas por elementos geofísicos ampliamente superados por las nuevas tecnologías, dando lugar a que la Tierra sea una gran ciudad), las calles (lugar donde antes se formaba una opinión pública, pasan en la actualidad a desempeñar esa función los medios que configuran una percepción interesada de la realidad), los mercados (que actualmente son empresas industriales de centros de producción, administración y distribución repartidos por doquier), los cementerios (la explotación comercial de lo que el autor denomina "el cadáver de la Naturaleza" es un importante sector económico de Telépolis), y, sobre todo, las casas (o mejor dicho, las telecasas que suponen, según Echeverría, una nueva civilización. Un ejemplo de la nueva ciudad que con sus infraestructuras electrónicas ha provocado cambios en la vida doméstica. La realidad del telepolitano (ciudadano de Telépolis) puede llegar a ser, en ocasiones, contradictoria porque con las nuevas redes de información "Lo más distante forma parte de lo más íntimo".
Esta concepción desarrollada por Echeverría, presenta una perspectiva geográfica desterritorializada de la realidad, que no se lleva a cabo en un espacio real, sino más bien en un espacio virtual, como podrían ser los chats electrónicos, introducidos por las nuevas tecnologías de la información. Estas, han revolucionado todo el sistema de comunicación, y han creado la distancia informativa y nuevas formas de entender la vida en este mundo.
Por otra parte para Nicholas Negroponte, experto “gurú” estadounidense de la sociedad de la información, fundador y director del Media Lab, institución adscrita al Massachusetts Institute of Tecnology MIT, la virtualidad viene a ser un mundo conformado, al igual que el mundo que ya conocemos, por unidades básicas que van a determinar su estructura y sus relaciones.
Negroponte se refiere a la virtualidad desde una comparación, en donde destaca que el llamado mundo real, donde nos desempeñamos habitualmente antes de la influencia definitiva de la tecnología y los sistemas de infornacón y comunicación, está conformada por átomos y el mundo virtual, aquel donde todo tipo de actividades se realizan tanto de forma asincrona como sincrona, por unidades básicas de generación de realidad llamadas bits.
Para este autor, el mundo ha definitivamente cambiado, por tanto, ya no es una textura de átomos sino de bits, siendo esto solo un punto de partida de una revolución digital cuyo alcance tan solo estamos empezando a atisbar.
También destaca que la virtualidad esta signada por una nueva forma de ser, el digital; que se desempeña con comodidad dentro de un espacio de convivencia virtual, sin fronteras, realizando todo tipo de actividades que van desde transacciones financieras pasando por compras de productos, pagos de servicios hasta la participación en procesos de aprendizaje mediados por las tecnologías de la información y la comunicación. El mundo del futuro -el futuro ya no es lo que era- será digital o no será. Negroponte postula que ser digital es cambiar la materia por la energía, el átomo por el bit, y esto implica un cambio de paradigma de consecuencias insospechadas. Una gran parte de los elementos que hoy nos rodean son susceptibles de ser digitalizados, esto implica un cambio de mentalidad para poder aprovechar lo que la tecnología ya está poniendo a nuestra disposición.
De igual forma el autor se plantea preguntas como: ¿Por qué me empeño en ir a comprar el periódico cada mañana si puedo recibir una información mucho más completa directamente en la pantalla de mi ordenador?. ¿Por qué compro cien páginas de papel que alguien ha de fabricar, componer, imprimir, transportar y repartir cuando puedo recibir diariamente en mi correo sólo aquello que me interesa?. Para Negroponte estos elementos, que supone existen dentro de la virtualidad, han cambiado y seguirán transformando al mundo donde, desde ya, existe otro, no se sabe cuál dentro de cuál: el mundo digital.
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